El Ferrari F512 M en el desierto del Sáhara, en algún lugar en medio de su épico viaje por carretera de 1995. El coche completó su viaje de regreso desde Maranello a Marruecos sin perder el ritmo
El Ferrari F512 M en Marrakech: una visión inusual ahora, y mucho menos hace treinta años. El coche fotografiado con una cobra en el techo (izquierda). También una vista inusual
Encargado de esta envidiable tarea, el redactor de la revista voló a Italia para recoger las llaves de un F512 M rojo sangre antes de partir de Maranello a Málaga con una rueda de repuesto en el asiento del copiloto. Allí se reunió con el vehículo de apoyo y una tripulación de dos hombres, incluido el fotógrafo. Fue entonces cuando el viaje comenzó de verdad.
El confort del F512 M no tardó en impresionar. Demostró ser un gran coche para largas distancias, y menos mal, porque le quedaba un larguísimo camino por delante. La ruta era un reto. El equipo condujo de Tánger a Casablanca, en parte a gran velocidad por una autopista recién inaugurada, y después por el interior hasta Marrakech por una carretera en construcción. «Nuestra ruta resultó ser una primera prueba de la capacidad todoterreno del Ferrari, que parece bastante buena», informó la revista. «No se encalla ni se atasca. Al contario, aparece en un pueblito arrastrando una polvareda tras de sí y las miradas de los atónitos espectadores».
El F512 M fotografiado en la animada plaza Djemaa el-Fna de Marrakech como parte del artículo de la revista
En la antigua ciudad fortaleza de Marrakech, una gran multitud se agolpó alrededor del coche en la plaza principal, la Djema el-Fna. El fotógrafo captó una cobra en el techo, probablemente una primicia para un Ferrari. Después nos adentramos en las montañas del Alto Atlas, al principio por gloriosas carreteras sinuosas, con la ventanilla del conductor bajada para oír la música de las revoluciones del motor plano de 12 cilindros rebotando en las paredes rocosas. Después la carretera empeoró. Al borde del desierto del Sáhara, el equipo se dirigió a Erfoud y a las famosas dunas de Erg Chebbi.
El Ferrari circuló por carreteras asfaltadas deterioradas, pistas de grava y arena. Su mejor momento —antes de regresar a Maranello vía Fez y Tánger— se produjo a 10 km/h, una velocidad muy poco habitual en un Ferrari. En un lugar donde las aguas habían arrasado un puente, el Ferrari no tuvo más remedio que atravesar un cauce seco y rocoso, ante el asombro de un Mercedes G-Wagen 4x4 que le seguía.
El Ferrari F512 M era más potente y más eficiente aerodinámicamente que su predecesor, el 512 TR de 1991. También era sorprendentemente capaz en las condiciones más improbables
El F512 M llegó sano y salvo a Maranello y, una vez lavado, no mostraba ningún signo de su aventura, aparte de algunos desconchones por las piedras. «Se comportó de forma impecable a pesar de recibir un aluvión de polvo, correr a gran velocidad y circular repetidamente por carreteras en mal estado», afirma el artículo.
En el transcurso de su aventura de 7500 km, desde el norte de Italia hasta el Marruecos más profundo y vuelta, el F512 M se había portado de forma intachable. Aunque llevaba un par de neumáticos de repuesto —las posibilidades de encontrar un Pirelli 295/35ZR18 P Zero en Marruecos eran escasas—, no hubo pinchazos. El coche también venía con una pequeña caja de piezas de repuesto. Al fin y al cabo, no había concesionarios de Ferrari en Marruecos. (Ahora hay uno en Casablanca). Las piezas no hicieron falta.
Un equipo de la revista CAR magazine completó un viaje similar a principios de este año, llevando un Ferrari Purosangue a las profundidades del desierto marroquí. Al igual que el F512 M, el coche funcionó impecablemente