Todos la conocían como Anì, pero su nombre completo, Annie Blanche Marie Soisbault, vibraba con una auténtica dignidad incontestable que más adelante adquiriría tintes aristocráticos tras su matrimonio con el marqués Philippe de Montaigu, que le otorgó a la vez título y apellido: marquesa Annie Blanche Marie Soisbault de Montaigu. Anì era encantadora a su manera. Su vena aristocrática, nada engreída, era aún más refinada por sus aficiones deportivas, que la colocaban imperturbable al volante de coches extraordinariamente potentes. Muy pocos hombres, y ninguna mujer antes que ella, podían permitirse poseer aquellas peligrosas y costosas máquinas ni, sobre todo, competir con ellas. Y pensar que su primer amor en el mundo del deporte había sido el tenis...
Su padre, Robert Soisbault (de la alta burguesía parisina del XV arrondissement, donde Annie nació a la sombra de la Torre Eiffel el 8 de junio de 1934) la había animado a jugar desde que era pequeña y ella poco a poco le convenció de que había hecho bien al ganar nada menos que siete títulos nacionales, uno tras otro, en diversas categorías juveniles. Su momento mágico a nivel internacional le llegó a los 18 años cuando alcanzó las semifinales del Campeonato Júnior de Wimbledon. Pero algo se agitaba en su interior, esa inviolable sed de libertad de la familia, de independencia económica. En resumen, de liberté.
De izquierda a derecha: Jacques Goddet, patrocinador del Tour Auto, Annie Soisbault y Enzo Ferrari; con Nicole Roure en la salida del Tour de Francia de 1964; 12 Horas de Reims de 1965 en un Ferrari 250 LM
Sin embargo, el tenis de aquella época era amateur, con poco dinero en circulación, un deporte controlado de forma implacable aunque aún no era olímpico. En resumen, Annie encontró en el automovilismo una vía de escape. Fue un comienzo aventurero: una presencia «no oficial» como pasajera, nada menos que en el asiento trasero de un viejo Simca Aronde de sus amigas Louisette Texier y Germaine Rouault en el Rally de Montecarlo de 1956.
Hubo fuertes nevadas a lo largo de la ruta, lo que causó grandes dificultades al equipo. Annie pidió, y le permitieron, sentarse al volante y sorprendió a sus expertas amigas marcando buenos tiempos e incluso adelantando a varios rivales. El resultado fue el 119.º puesto entre los 233 participantes que acabaron la carrera. Fue una experiencia increíblemente estresante, pero formativa, una especie de rito de iniciación en un mundo que aún estaba por explorar. Tras algunos partidos de tenis más, al año siguiente se inscribió en la Mille Miglia (la trágica edición final de 1957) con el Panhard Dyna de otra amiga, Monique de Bouvier. Llegaron tarde a Roma y, poco después, la detuvo una avería en uno de los dos pistones del pequeño motor del coche. Pero a estas alturas, Annie ya está lanzada. Con el dinero de sus trofeos de tenis, compra inicialmente un Delahaye Grand Sport, pero es en un Triumph TR3 donde empieza a demostrar su valía: emparejada con Michèle Cancre, estrella francesa de salto ecuestre, gana la Copa de Damas del Tour de France Automobile.
Con su copiloto Nicole Roure en un 250 GTO en el Tour de Francia de 1964
Tras vencer en el Campeonato de Francia de Rally de 1958, Triumph le ofreció un puesto en su equipo oficial. Annie aceptó y al año siguiente se alzó con la corona del Campeonato de Europa de Rally. Para no dejar piedra sin mover, también probó un monoplaza, un Lola Mk2-Ford, en la Fórmula Júnior. En una carrera mixta Júnior/Fórmula 2 en Chimay, Bélgica, se le rompió la transmisión, pero terminó 12.ª de 24 en la general, tercera en Júnior. Entre otras hazañas de principios de la década de 1960 está el quinto puesto en la subida a Mont Ventoux, donde fue la primera mujer en alcanzar una velocidad media de más de 100 kilómetros por hora. El 14 de septiembre, se inscribió en el Tour Auto al volante de un Ferrari 250 GTO/64. Su marido se lo había comprado a Jacques Swaters, fundador del equipo Écurie Francorchamps, reputado importador de Ferrari en Bélgica y él mismo buen piloto. Era una berlinetta destinada a convertirse en legendaria y a atraer precios de venta vertiginosos, pero en aquel momento nadie lo sabía… Lo que sí sabía todo el mundo, sin embargo, era que ella se había lanzado a la conquista del tercer título consecutivo del Campeonato del Mundo de GT para Ferrari.
Su motor V12 de 3 litros dio rienda suelta a los potentes 300 CV que tanto habían sorprendido a Enzo Ferrari tres años atrás, cuando, durante una pausa en la clasificación del Gran Premio de Italia de 1961 en Monza, Stirling Moss había probado el prototipo de GTO en el circuito de carretera (lo que dejaba fuera el óvalo de alta velocidad) y había registrado un tiempo de un minuto 45,4 segundos frente al habitual minuto 50 registrado por los monoplazas. Esto incitó al propio Ferrari a decir: «¡Nunca hemos visto un GT frente a los Fórmula 1!». A la llegada de Anì para la última prueba de velocidad en pista del Tour Auto de 1964, el «Gran Viejo» quiso conocer a Annie, que le fue presentada por Jacques Goddet, mecenas de la carrera y del Tour de Francia de ciclismo.
Annie Soisbault con su compañera de dobles japonesa, Sachiko Kamo, en Wimbledon en 1954; charlando con competidores (Lucien Bianchi en primer plano); con su copiloto Roure
Haciendo alarde de su francés, que manejaba bastante bien, el constructor de Ferrari felicitó a «Madame», le preguntó si estaba satisfecha con el rendimiento de la berlinetta y si consideraba que «obedecía» sus órdenes. Y Annie respondió que era un coche que había que «conocer», pero que, una vez que ganaba velocidad, era un placer porque le parecía perfectamente equilibrado, y citó la opinión del piloto británico Mike Salmon, que había comparado el automóvil con «una bailarina de ballet sobre cuatro ruedas».
Annie fue la primera en la línea de meta de aquella edición del Tour Auto. Y llegó cuarta en los 1000 kilómetros de París junto a Guy Ligier con un 250 LM de Écurie Francorchamps. En 1965 alternó entre GTO y LM, pero sufrió seis abandonos. Las carreras fueron reduciéndose con resultados olvidables: tentativas en el Safari de África Oriental (1966) y en el París-Saint Raphaël (1969), ambos abandonos. Annie les dio continuidad con su propia y definitiva retirada. En París, en la avenida de Versalles, Annie dirigió con éxito el renombrado Garage Mirabeau, importador de Aston Martin, en la época del DB5 y del DBS Zagato que disfrutó del asombroso impulso procedente de las películas de James Bond. Plenamente integrada en la alta sociedad, vivió el medio siglo restante que el destino le reservaba como una bonne vivante activa y serena entre París y Saint Tropez. La última bandera a cuadros ondeó para Anì el 18 de septiembre de 2012.